Desde la tarde de este miércoles, un grupo de familiares de los privados de libertad en el penal de Tocuyito protesta a las afueras del recinto, tras el pase a juicio de más de cien detenidos en el marco de las protestas postelectorales.
Luego de celebrarse la audiencia preliminar de la causa, 103 detenidos fueron pasados a juicio, lo que generó que varios familiares, apostados al otro lado de la autopista Sur, frente al penal, gritaran consignas en rechazo a la medida. Efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana armaron un piquete.
«Es que ninguno se va a declarar culpable porque son inocentes. No pueden declararse culpables de algo que no hicieron», dijo una mujer, que tiene a su hijo detenido.
Sigue la comida descompuesta
Los familiares denunciaron que los presos en Tocuyito siguen recibiendo comida descompuesta. Tampoco les permiten llevarles alimentos, lo que ha generado que los privados de libertad hayan bajado considerablemente de peso.
«La comida se la pasan con gusanos, con cabellos o uñas. Huele mal. Ellos obviamente no se la coman. Es horrible y desagradable. En ocasiones pasan el día sin comer», alertó una madre.
Maltrato psicológico
«Van a salir en 30 años», es una de las frases que con frecuencia escuchan los detenidos por parte de los funcionarios que están a cargo de resguardarlos.
El maltrato psicológico afecta a los presos, quienes piden a sus familiares que hagan lo posible por sacarlos de la cárcel, cuya infraestructura se cae a pedazos.
«Es tanto así, que uno de los muchachos en estos días intentó ahorcarse. Me contó mi hijo en la visita que al muchacho lo sacaron casi muerto», narró otra madre.
Les cambió la vida a todos
La vida no solo les cambió a quienes están privados de libertad en Tocuyito. También a los familiares, quienes incluso, se han tenido que mudar a las adyacencias del penal.
Un papá habilitó un reducido espacio en una acera frente a la cárcel, donde tiene una cocina eléctrica y comida. Ese lugar se convirtió en su nuevo «hogar».
En una casa cercana hay espacios que alquilan por cinco dólares la noche, sobre todo para quienes vienen de otros estados. Hay quienes lo pagan y otros que no, como Ana*, que prefiere dormir en un cartón, en la calle, para sentirse más cerca de su hijo.
Hace unos días, el sueño los venció y quienes pernoctaban en el lugar se durmieron. Al amanecer, faltaban una laptop y un teléfono. Habían sido víctimas del hampa.
Con información de El Carabobeño