“Esto no se me va olvidar más nunca en la vida”, aseguró Aura al dibujar con precisión un plano de la cárcel en la que estuvo recluida por casi cuatro meses y donde -según confesó- pensó acabar con su vida. Ella es una de las recientes excarceladas en Venezuela, detenida en medio de las protestas por la cuestionada elección presidencial.
La imagen de los días en prisión aún está fresca y llora con facilidad. “No se me borra nada de esto”, lamentó esta mujer de 49 años en una entrevista a la Voz de América desde la misma casa de la que fue sacada violentamente la madrugada del 26 de agosto por fuerzas del orden que la acusan de terrorismo e incitar a la violencia.
Aura no es su nombre real, pidió cambiarlo por temor, debido a que su caso sigue abierto. Es líder vecinal y tiene a su cargo una nieta de cinco años, que cree que todo este tiempo estuvo en “un trabajo malo que no le pagó”.
Mientras habla, su mamá y su hermana contienen el aliento y bajan la mirada. Tienen que fingir que nada pasó y mantener la historia de que Aura tenía un empleo fuera de la ciudad y no tenía permiso para regresar a casa. Al menos eso le dijeron a la niña.
“Pensaba mucho en mi nieta, porque su mundo gira en torno a mí, tengo siete nietos, pero ella es más apegada a mí”, insistió la activista.
En prisión, Aura comenzó a sufrir ataques de pánico. “Mis esperanzas fueron disminuyendo poco a poco”, confiesa. La desesperación fue tanta que hasta pensó en quitarse la vida, una idea que -aseguró- consideraron la mayoría de las detenidas con las que compartió prisión. “Yo intenté también [matarme], tenía un mes y tres días [presa]”, confesó.
“Aquí en esta habitación, pensé en ahorcarme”, dice mientras trazaba en papel la que fue su celda. “Hay un muro donde podía meter una sábana y ahí ahorcarme”. Mientras habla, su mamá llora por lo que acaba de escuchar por primera vez. “No lo sabía mi familia”, continuó Aura.
“Hubo demasiado ataque de ansiedad (…) casi todas tuvimos ataques muy fuertes de ansiedad”, insistió.
El 5 de diciembre, la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) dijo que considera investigar posibles crímenes de lesa humanidad cometidos en Venezuela tras las elecciones presidenciales del 28 de julio, que podrían ser incluidas en su investigación, de acuerdo al informe 2024 de la oficina del fiscal, Karim Khan.
En tanto, el gobierno del presidente Nicolás Maduro ha asegurado que se busca “instrumentalizar” los mecanismos de justicia penal internacional con fines políticos y sostiene que los presuntos crímenes de lesa humanidad “nunca han ocurrido”.
¿El delito? “Fui a protestar”
Aura vive en una barriada pobre construida al margen de una autopista en el interior de Venezuela.
El 29 de julio, un día después de la elección presidencial, en la que el oficialista Consejo Electoral (CNE) proclamó a Maduro vencedor, la mujer estuvo entre de los miles de venezolanos que salieron a protestar en apoyo al reclamo de fraude de la oposición, que asegura que su candidato Edmundo González se impuso en los comicios.
A los días, agentes armados derribaron la puerta de su casa y se la llevaron.
“Cuando fui a protestar, no pensé que iba a pasar todo esto. Estábamos tranquilos, el mismo cuerpo policial nos dejó hacer la protesta. Allí no se quemó nada, no se destruyó nada”. Pero “saben que yo soy opositora, que soy líder” en el barrio, relató a VOA.
Más de 2.400 personas fueron arrestadas durante los disturbios que siguieron a las elecciones del 28 de julio, que según la Fiscalía dejaron al menos 28 muertos y casi 200 heridos, así como unos 500 bienes muebles públicos y privados destruidos, como colegios y puestos de salud.
Cientos fueron detenidos tan solo por aparecer en fotografías o videos cerca de las manifestaciones. Otros denunciaron que fueron llevados por la fuerza sin guardar relación con las protestas.
Maduro ha dicho que los detenidos poselectorales son “criminales fascistas” y asegura que las protestas fueron financiadas por la oposición para crear un caos en el país.
“No fueron manifestaciones pacíficas, sino focos de personas delictivas armadas, actuando para crear un caos y buscar una intervención extranjera”, siguió el fiscal Tarek Saab.
Hace un mes, Maduro le pidió a la Fiscalía revisar los casos. De cualquier forma, el oficialismo aseguró que salió victorioso de una conspiración para derrocar al gobernante chavista.
Aura fue trasladada al Centro de Formación para Procesadas Femeninas “La Crisálida”, en Los Teques, a unos 30 kilómetros de la capital, Caracas.
Al llegar, las oficiales que custodian el retén le exigieron grabar un video acusando a la líder opositora María Corina Machado de pagarle para provocar destrozos. Aura se negó. Se lo pidieron otras veces y tampoco accedió.
La letrina, la litera, los olores
Durante el tiempo de reclusión, Aura sufrió un “choque de tensión” que la llevó a estar en enfermería por varios días, pero no recibió atención. “El estar enferma me salvó en cierta forma”. Quizás por eso – sostiene – salió de prisión.
Las autoridades del penal “nos decían que teníamos el peor delito del mundo: terroristas, que merecíamos la muerte, que merecíamos solo agua y luz, más nada”. Es parte de lo que describe como un “fuerte maltrato psicológico”.
Unas 17 mujeres ocupaban su misma celda, que no tenía sanitario, solo una letrina. Cuando alguna necesitaba ir al baño tenía que ir enfrente de las demás. “Pasé 14 días sin ir al baño (…) El olor era asqueroso, olor a cloaca”.
En el lugar donde almacenaban los alimentos había también un olor fuerte. No logra describirlo, pero sí menciona que encontró en la comida insectos o “gorgojos”. La carne molida estaba podrida. No había colador para la pasta, así que usaban sus manos para filtrar el agua. “Perdí nueve kilos”.
En el dibujo que cedió a la VOA, titulado “Mi estadía por cuatro meses”, resalta la litera donde dormía y compartía con otras reclusas. “Era mejor dormir en el piso, el colchón de las literas era muy delgado”.
“No veíamos el sol. No nos dejaban salir nunca”, recordó.
En sus brazos y piernas tiene algo similar a unos pequeños círculos blancos. Cree que son hongos en la piel. Aura se sube la camisa para mostrar un pequeño bulto al final de la espalda, que según piensa pudo formarse justamente por la incomodidad para dormir. Según dijo, por ahora, no tiene dinero para realizarse chequeos médicos.
Entre los peores días recordó una noche del 17 de octubre, cuando agentes del Grupo de Respuesta Inmediata de Custodios (GRIC) hicieron una sorpresiva requisa. Las mujeres, señala, fueron puestas de rodillas y revisadas. Una joven de 19 años convulsionó durante el procedimiento, dijo.
Ese noche se escucharon «gritos de auxilios» desde el penal, según reportaron entonces oenegés de derechos humanos.
Excarcelada, pero no libre
Según el Ministerio del Interior, 103 personas fueron liberadas por las autoridades esta semana. Sin embargo, las excarcelaciones se dieron a la vez que se ejecutaron nuevas detenciones de opositores cercanos a Machado.
Aura formó parte de un grupo de 30 mujeres que salió el 16 de noviembre, pero aún está siendo procesada por los mismos delitos por los que fue acusada: terrorismo, incitación al odio y obstrucción de vías públicas.
De vuelta a casa, de vez en cuando el miedo vuelve a asaltarla. Hace una semana, hubo un apagón en la calle donde vive, lo que la hizo revivir lo que pasó en la cárcel: “cortaban la electricidad en las noches como forma de tortura”.
“Sonó un ruido afuera, y yo pensé que estaban tocando la puerta, y que la iban a tumbar, que venían los policías a llevarse a mi mamá y otra vez a mí”, contó.
A pesar de todo, aún desea mantener su vida de líder vecinal. La mueven su nieta y su hija, explicó.
“Luchar porque tengo una hija que se me fue del país una semana antes de la elección. Se fue por (la selva) el Darién. Está en México, tratando de cruzar a Estados Unidos”, narró.