El régimen de Nicolás Maduro es una narcodictadura, y los traficantes que protege no solo envían cocaína a Estados Unidos sino que, como en el caso del ‘Tren de Aragua’, cometen violentos crímenes en ese país. Además, el gobierno chavista ha empobrecido a su pueblo y eso ha producido millones de inmigrantes, muchos de los cuales han buscado refugio en tierras estadounidenses. Con base en esas premisas, el nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, prepara un plan para tumbar a una dictadura que, según él, se ha convertido en un peligro para los intereses de Washington.
Aunque tanto el nuevo presidente, Donald Trump, como Rubio son anticomunistas y, en esa medida, desprecian a Maduro, no se trata solo de un asunto ideológico. “Bajo la presidencia de Trump, la principal prioridad del Departamento de Estado (…) será los Estados Unidos”, dijo Rubio la semana pasada en su audiencia de confirmación ante el Senado.
“La dirección que ha dado (Trump) para la conducción de nuestra política exterior es clara –agregó–: cada dólar que gastamos, cada programa que financiamos y cada política que aplicamos deben justificarse con la respuesta a tres preguntas simples: ¿hace que Estados Unidos sea más seguro? ¿Hace a Estados Unidos más fuerte? ¿Hace que Estados Unidos sea más próspero?”. Y, en opinión de Rubio, los chavistas amenazan la seguridad estadounidense con el narcotráfico y comprometen su prosperidad con el envío de cientos de miles de inmigrantes.
Según una fuente del equipo de Trump consultada la semana pasada por la agencia Efe, “Venezuela es un problema porque está mandando a sus criminales a Estados Unidos y genera preocupación de seguridad nacional. Maduro acabará yéndose en menos tiempo del que creemos”, y eso sucederá, según la fuente, “sin intervención militar estadounidense”.
En líneas generales, el plan arranca con el retiro de la licencia que la administración de Joe Biden le otorgó a la petrolera Chevron para que, en una excepción a las sanciones impuestas a las empresas que negocien con Caracas, explotase yacimientos en Venezuela y enviase 200.000 barriles diarios de crudo a las refinerías estadounidenses. Para Maduro, que vio caer la producción de más de 3 millones de barriles a escasos 500.000, antes de la licencia a Chevron, la medida implicó un alivio y el ingreso de más de 5.500 millones de dólares al año al país.
El retiro de esa licencia priva al régimen de su mayor ingreso en dólares y, en opinión de algunos conocedores del funcionamiento interno de la dictadura, quita recursos que alimentan las arcas personales de varios jerarcas chavistas, dentro del entramado de corrupción que rodea las ventas de petróleo al exterior. Según dijo Rubio en el Senado, esa medida “rompería las costuras del chavismo, dejando claro que no hay futuro posible”.
Aislamiento y presión, ejes de la estrategia de Estados Unidos sobre Nicolás Maduro
Rubio y su equipo no están solos. Como explicaba este fin de semana el analista argentino Miguel Díaz, en su portal MDZ, figuras anticomunistas clave en la política de la Casa Blanca hacia América latina, como el congresista y ahora consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, y el enviado especial para Latinoamérica, Mauricio Claver-Carone, “refuerzan la perspectiva de una estrategia que combine sanciones económicas más severas, presión diplomática y coordinación con aliados internacionales”.
“Waltz, veterano militar y crítico del chavismo, podría impulsar iniciativas legislativas para incrementar las restricciones al régimen, mientras Rubio y Claver-Carone aportarían su experiencia en políticas latinoamericanas para consolidar una coalición hemisférica que aísle aún más Maduro”, detalló Díaz.
Al retiro de la licencia a Chevron, la nueva administración agregaría sanciones económicas más severas para castigar a todas aquellas empresas que hagan negocios con el régimen. “Hay compañías que, por medio de filiales en paraísos fiscales, le permiten a Caracas eludir el cerco comercial”, le dijo a EL TIEMPO este lunes un diplomático europeo en París. Según explicó, “pero ahora, muchas firmas europeas y asiáticas que mantienen nexos comerciales con Venezuela se lo van a pensar dos veces porque saben que estarán, más que antes, en la mira de Washington”.
Asimismo, tanto Rubio como Claver-Carone van a presionar a los gobiernos latinoamericanos para lograr un mayor aislamiento diplomático de Maduro. “Gobierno de la región que quiera que Washington lo ayude con el FMI o con el BID va a tener que mostrar excelentes credenciales antichavistas, votar contra Venezuela en la OEA y, sobre todo, mantener en mínimos su relación con Caracas”, declaró la fuente que sigue para la Unión Europea la nueva política de Washington en el continente americano.
Rubio, Claver-Carone y Waltz también van a apostar por alimentar el descontento en los niveles medios de las Fuerzas Armadas venezolanas. Para el analista argentino Díaz, “Maduro solo estaría contando con el respaldo de la cúpula militar”. La delegada en Argentina del presidente electo Edmundo González, Adriana Flores Márquez, recordó en diálogo con MDZ que en los centros de votación donde sufragaban principalmente militares, González ganó. “Es un primer y muy importante síntoma de hacia dónde están yendo (…) las Fuerzas Armadas”, dijo Flores, y recordó que gran parte de las actas originales de votación que recolectó la oposición fueron resguardadas por los militares.
Con todos estos elementos, sumados a la presión judicial que ha hecho que, de Maduro para abajo, muchos capos chavistas tengan hoy orden de captura por narcotráfico y otros delitos, y eso les impida viajar porque no saben en qué aeropuerto los pueden sorprender con una circular roja de Interpol, Washington se prepara para presionar la salida de Maduro.
La negociación no está descartada, pero ya no será para que el mandatario venezolano libere presos o convoque elecciones, sino para que se vaya. “No nos importaría lo más mínimo ver que Maduro comparte vecindario con (Bashar al) Asad en Moscú”, dijo una fuente de la nueva administración, citada por la agencia Efe, en referencia al exilio en Rusia del exdictador de Siria.
Pero no todos en el gobierno de Trump están en la misma longitud de onda. Como bien lo analizó hace diez días el corresponsal de EL TIEMPO en Washington, Sergio Gómez Masseri, en cuanto a Venezuela hay dos bandos en pugna en la nueva administración. Algo similar sostuvo este domingo el portal español El Confidencial, al advertir que los opositores a Maduro no deben confiarse porque “hay dos almas” en la administración.