En un rincón alejado en el noreste de Colombia, donde los caminos rústicos conducen a colinas exuberantes bordeadas de plataneras, los agricultores y sus familias se han convertido en víctimas de una oleada de violencia como no se había visto en el país en una generación.¡Únete al club ahora! Suscríbete al boletín más importante de Venezuela
Por Julie Turkewitz | The New York Times
Mientras dos grupos rebeldes luchan por el territorio, más de 54.000 personas han huido de sus hogares, se estima que 80 personas han muerto en cuestión de días, y se cree que el número de víctimas mortales aumentará.
En la raíz de este conflicto hay décadas de disputas por la tierra y el dinero del narcotráfico, y el fracaso de acuerdos pasados que no condujeron a una paz duradera. Pero analistas, diplomáticos e incluso el presidente de Colombia, Gustavo Petro, señalan otro factor más reciente que contribuye a fomentar el caos en Colombia: la vecina Venezuela.
En la última década, a medida que Venezuela ha ido cayendo en la autocracia, su gobierno también se ha acercado al principal agresor en el actual conflicto vecino, un grupo rebelde llamado Ejército de Liberación Nacional, o ELN.
Nacido como grupo marxista en Santander, Colombia, en la década de 1960, el ELN ha utilizado cada vez más a Venezuela como lugar de refugio, adentrándose en el país, enriqueciéndose con el narcotráfico y otras actividades ilícitas, triplicando su tamaño hasta alcanzar unos 6000 combatientes y fortaleciendo sus relaciones con funcionarios venezolanos.
Según las autoridades colombianas, el gobernante autocrático del país, Nicolás Maduro —quien se ha quedado más aislado en la escena mundial— se ha beneficiado de contar con un poderoso grupo armado como amortiguador frente a las amenazas internas y externas, incluida la posibilidad de un golpe de Estado.
Durante años, la desintegración de la democracia venezolana ha puesto a prueba a Colombia, un país de solo 50 millones de habitantes, que ha recibido a unos tres millones de refugiados.
Según algunos, la Venezuela de Maduro está siendo utilizada como plataforma para desencadenar algo mucho más desestabilizador: una nueva ola de destrucción en Colombia.
Petro llegó a acusar al ELN de convertirse en una “fuerza extranjera” que había invadido Colombia. “Esto es un problema de soberanía nacional”, dijo, “no solo es un conflicto interno, que los tenemos desde antes”.
El mayor general chavista, Vladimir Padrino López, en una declaración de finales de enero, dijo que era “imprescindible dejar sentado con meridiana claridad que Venezuela no sirve, ni servirá jamás, de plataforma para grupos armados al margen de la ley, sea cual sea su naturaleza, ideología o nacionalidad”.
No está claro por qué el ELN decidió atacar ahora, pero la relación entre Petro y Maduro, que solía ser amistosa, se ha debilitado significativamente en los últimos meses.
Petro es el primer presidente de izquierda de Colombia, él mismo es un exguerrillero y en apariencia un aliado natural de Maduro, quien se autodenomina socialista. Hace dos años, celebraron una reunión muy pública en Caracas, en la que ambos prometieron trabajar juntos en asuntos de interés mutuo.
Eso incluía la seguridad de su frontera compartida de más de 2090 kilómetros.
En julio, Maduro se proclamó vencedor de unas elecciones presidenciales muy cuestionadas, se negó a presentar los resultados que respaldaban su afirmación y encarceló a unas 2000 personas en medio de una oleada de protestas.
Las Naciones Unidas y otros observadores independientes cuestionaron el resultado. Estados Unidos reconoció como ganador al candidato de la oposición.
Pronto, Petro, uno de los pocos dirigentes que aún mantiene cierta cercanía con Maduro, adoptó un tono más crítico y lo instó públicamente a divulgar los resultados de las elecciones y a liberar a los presos políticos. Maduro respondió diciendo que le daría un golpe en la boca a quien se inmiscuyera en los asuntos de Venezuela.
Cuando Maduro tomó posesión de su cargo para un tercer mandato el 10 de enero, Petro se negó a asistir a la ceremonia o a reconocer al venezolano como presidente.
Cinco días después, el ELN envió combatientes desde el sur de Colombia al norte del país, a una región de importancia estratégica llamada Catatumbo, diciendo en la red social X que pretendía desbancar a un grupo armado rival llamado Frente 33.
Los dos grupos se habían repartido por mucho tiempo el control de la región, hogar de vastos campos de coca, producto base de la cocaína. Ahora, se había desquebrajado un acuerdo frágil para compartir el poder.
La violencia ha echado por tierra las posibilidades de Petro de lograr uno de sus objetivos políticos más importantes: un acuerdo de paz con el ELN, pieza clave de una ambiciosa promesa electoral —“paz total”, la llamó— que hizo para poner fin a todo conflicto en Colombia.
El país ha sufrido décadas de violencia interna que ha costado cientos de miles de vidas.
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