Bolivia se asoma este domingo a un cambio de ciclo. Tan profundo como aquel que en 2006 supuso el inicio de la presidencia de Evo Morales, un aimara forjado en la lucha sindical de los cultivadores de la hoja de coca. Con Morales y su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), campesinos e indígenas, mayoritarios pero apartados durante décadas del poder, alcanzaron la hegemonía.
Fueron casi 20 años, solo interrumpidos entre 2019 y 2020 por el gobierno de facto de Jeanine Añez, tan efímero como fallido. Se suman ahora las evidencias de que los bolivianos votarán por un drástico giro hacia la derecha. Los sondeos le auguran al MAS y a sus desprendimientos de izquierda una amarga derrota en la primera vuelta electoral por la presidencia.
Luis Arce, el presidente hundido en el descrédito, siquiera es candidato; Morales está inhibido por la justicia y procesado en una causa por presunto estupro; Andrónico Rodríguez, un dirigente de solo 36 años que fue delfín de Morales y ahora está distanciado con el expresidente, es el único con alguna posibilidad lejana de pasar a la segunda vuelta.
Se abren así las puertas a dos viejos conocidos: el empresario liberal Samuel Doria Medina, que va por su cuarto intento, y el expresidente derechista Jorge Tuto Quiroga, hasta hace nada considerado un retirado de la política. El desempate está previsto para el 19 de octubre, reseña El País.
El quebranto del MAS ha sido tan sorprendente como acelerado. El partido no sobrevivió a la pelea por el control de la izquierda que aun libran Morales y Arce, alguna vez su delfín. Ambos dirigentes llevaron la lucha hasta el final y terminaron por romper el botín que se disputaban. Ha ayudado al declive la peor crisis económica de los últimos 20 años.
La inflación está cerca del 20% anual, con alimentos que han subido más que el 30%. El Modelo Económico Social Comunitario Productivo, que tantos aplausos internacionales trajo en el pasado, está en crisis desde que se agotaron los excedentes por la venta de hidrocarburos. Por falta de una activa política de exploración, los pozos de gas que tanto dinero dieron a Bolivia durante la década pasada están agotados. Morales y Arce se echan la culpa mutuamente de haber matado a la gallina de los huevos de oro.