Los cubanos han estado lidiando con varias crisis en rápida sucesión en las últimas tres semanas después de que la región oriental de la isla fuera azotada el domingo por un poderoso terremoto justo cuando el país aún se recuperaba de dos huracanes que trajeron muerte y devastación.
Un terremoto de magnitud 6.8 ocurrido a 20 millas de Pilón, un pueblo en la costa sur de Granma, en el este de Cuba, sacudió la región el domingo minutos antes del mediodía, sin dejar víctimas pero al menos dos niños, entre ellos un uno de cinco años, y dos adultos heridos, según los medios estatales cubanos.
El fuerte temblor siguió a un terremoto de magnitud 5.9 ocurrido el domingo por la mañana que, según el Servicio Geológico de Estados Unidos, ocurrió a 21 millas al sur del cercano municipio de Bartolomé Maso, también en Granma.
El Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas de Cuba informó el lunes por la mañana que había detectado 885 temblores, incluidos los dos más grandes, en el área en las últimas 24 horas.
La falla geológica del oriente de Cuba es una zona sísmica activa en el Caribe que es responsable de la mayoría de los temblores que se sienten en la isla. En 2020, el Centro reportó un terremoto de magnitud 7.7 al oeste suroeste de Cabo Cruz, en la provincia de Granma, pero ocurrió en el mar y no causó daños.
El gobernante Miguel Díaz-Canel, instó a los residentes en Granma a permanecer en espacios abiertos y seguir los protocolos establecidos para estos eventos. Videos que circulan en las redes sociales muestran cómo los residentes de Pilón abandonaron sus casas en pánico el domingo para refugiarse en las montañas cercanas.
Las autoridades cubanas aún no han proporcionado una evaluación detallada de los daños causados por los terremotos. Sin embargo, las imágenes compartidas por los medios estatales y las cuentas de las redes sociales muestran varias viviendas y casas derrumbadas, edificios y escuelas con grietas o paredes desmoronadas.
Videos y fotos muestran grandes daños en el muelle principal de Pilón y grietas en un faro de 1871 en Cabo Cruz.
Los terremotos ponen una tensión adicional en una población que ya lidiaba con otros desastres con solo unos días de diferencia.
En vísperas del 18 de octubre, el gobierno declaró una emergencia energética, citando la falta de petróleo y la capacidad de generación reducida de su vieja infraestructura energética como culpables de los apagones diarios prolongados que habían paralizado la economía. Luego, a la mañana siguiente, una falla en una importante planta eléctrica provocó el colapso de toda la red eléctrica.
El domingo 20 de octubre, ni siquiera se había restableció la electricidad cuando el huracán Oscar causó inundaciones repentinas en la provincia oriental de Guantánamo, que causaron la muerte a ocho personas. Las autoridades no han dicho si se encontró a dos personas declaradas desaparecidas.
Las autoridades cubanas intentaron y fracasaron durante varios días para restablecer la red eléctrica. Luego, el miércoles pasado, el huracán Rafael se intensificó una categoría tres, derribó nuevamente la red eléctrica del país y destruyó viviendas, hospitales, almacenes, infraestructura crítica y cultivos en el oeste de Cuba.
La serie de desastres ha hecho mella en una población que ha tenido que vivir sin electricidad y otros servicios básicos durante varios días seguidos, luchando por conservar los pocos alimentos que podían conseguir en un país asolado por la escasez.
En La Habana, las autoridades casi duplicaron el recuento inicial de viviendas afectadas a 850. Solo el 20% de la población tiene servicio de agua, dijo el presidente de la defensa civil de la provincia, Liván Izquierdo, en una reunión del gobierno el domingo.
Con información de El Nuevo Herald